top of page

Cuento: La huella de tu boca

  • Foto del escritor: Einjander
    Einjander
  • 3 abr
  • 3 Min. de lectura

La primera vez que lo mordió, fue un accidente.


Estaban en ese juego de besos húmedos y manos urgentes que solían compartir los martes por la tarde, cuando el sol se filtraba oblicuo por las persianas y pintaba rayas doradas sobre su piel desnuda. Él tenía sus labios en el cuello de ella, saboreando ese punto donde el pulso late salvaje, cuando de pronto... un pellizco de dientes, un gemido ahogado...


—Perdón— murmuró ella, alejándose unos centímetros.


Pero él ya estaba perdido.


El dolor había sido agudo, breve, una punzada de fuego que se expandió por sus venas como licor barato. Y entonces, algo en su cuerpo respondió antes que su mente: sus caderas se estrellaron contra ella con una fuerza que los hizo tambalear contra el sofá.


—No... no te disculpes— jadeó, descubriendo que sus dedos temblaban al enredarse en su cabello.


Ella leyó el deseo en sus ojos oscuros. Y sonrió...


La segunda vez fue una exploración.


Él yacía boca arriba en su cama, las sábanas arrugadas como un mapa de sus fricciones. Ella lo recorría con lengua y uñas, aprendiendo cada cicatriz, cada lunar, hasta detenerse en el pectoral izquierdo, justo sobre el corazón.


—¿Y si...?— susurró, antes de cerrar los labios alrededor del pezón y morder, suave al principio, luego con firmeza calculada.


Su cuerpo fue un arco tenso bajo ella. Las sábanas se enredaron en sus puños mientras una maldición se ahogaba en su garganta. El dolor se transformó en algo más espeso, más dulce, una corriente eléctrica que bajó directo a su entrepierna.


—Dios... otra vez— suplicó, con voz ronca.


Ella obedeció, esta vez en el vientre, justo debajo del ombligo, donde la piel es más fina y cada nervio está al descubierto. Él gimió, sintiendo cómo su erección palpitaba contra el muslo de ella, completamente a su merced.


La tercera vez fue un ritual.


Se habían vuelto adictos a este juego. Ella lo tenía de rodillas en el suelo del baño, la espalda contra las baldosas frías mientras el vapor del agua caliente empañaba los espejos. La escena se completaba con sus caderas al aire, mostrando sus nalgas a un testigo inexistente, viendo cómo se abrían sus nalgas mientras se reclinaba sobre él. Sus dientes encontraron el tendón de su hombro, y esta vez no hubo contención: fue una mordida profunda, posesiva, que dejó una marca violácea que duraría días.


El sonido que escapó de él fue casi un aullido.


—¡Sí, justo ahí, maldita sea!—


Sus manos la levantaron como si pesara nada y la clavaron contra la pared. El sexo que siguió fue brutal, primitivo, un torbellino de empujones y mordiscos compartidos donde ya no se distinguía quién lastimaba a quién.


La última vez fue arte.


Ella lo ató a las rejas del balcón en plena madrugada, con la ciudad extendiéndose a sus pies como un lecho de estrellas terrenales. Tomó su tiempo ahora, trazando cada costilla con la lengua antes de seleccionar el lugar preciso: ese punto delicado donde el muslo se encuentra con la nalga.


La mordida fue lenta, exquisita en su crueldad, los dientes hundiéndose milímetro a milímetro mientras él retorcía las esposas y lanzaba insultos en tres idiomas. Cuando por fin se soltó, dejando una media luna perfecta en su piel, él estaba al borde del éxtasis sin que ella hubiera tocado aún su sexo.


—Esto... esto es mío— anunció ella, pasando un dedo por la marca mientras la saliva se mezclaba con una gota de sangre.

Él solo pudo asentir mientras apretaba los dientes, sabiendo que ninguna posesión había sido más verdadera...


Epílogo...


Ahora, años después, cuando se quitan la ropa en hoteles de paso o en su propio dormitorio, las cicatrices discretas siguen ahí: en su clavícula, en el muslo interno, en la curva del glúteo. Pequeños jeroglíficos que solo ellos saben descifrar.


Y cuando los labios de ella vuelven a encontrarlos en la oscuridad, él sabe que ningún beso, por apasionado que sea, podrá jamás compararse al lenguaje salvaje de sus dientes en su piel.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page