La Psique Atómica
- Einjander
- 13 jun
- 3 Min. de lectura
En medio de las tensiones en la zona de medio oriente que incluye a Irán e Israel, pero también a Estados Unidos, Rusia, China, Yemen y Líbano, hasta ahora, un eco se asienta por las cumbres geográficas cercanas al conflicto, pero también, se levanta como susurro entre las calles de la comunidad internacional que se entera de las tensiones, trayendo a la remembranza una palabra asociada a la destrucción: el átomo.
La fuerza de algo tan pequeño es capaz de generar desastres perturbadores, pero, hasta ahora, el daño más grande que ha hecho la fusión nuclear es un accidente ocurrido en Chernóbil: es decir, cuando los átomos se trataban de manipular para generar energía y beneficiar a las sociedades. Hoy, analizaremos el proceso nuclear como fuente de energía para las ciudades, desde el punto de vista sapiosexual.
Una planta de energía nuclear es, en esencia, una máquina de convertir materia en energía. Pero más allá de su función práctica, opera bajo principios que guardan un paralelismo inquietante con los mecanismos de la psique humana. Desde la fisión controlada hasta los sistemas de contención, cada componente del proceso nuclear encuentra su equivalente en procesos psicológicos fundamentales.
En el corazón de toda central nuclear está el reactor, donde los átomos de uranio-235 se dividen en un proceso llamado fusión nuclear. Esta reacción en cadena libera una energía inmensa, pero que debe ser cuidadosamente controlada para evitar una explosión. Como en el inconsciente freudiano, donde pulsiones primarias (agresivas, sexuales) generan una energía psíquica constante, los neutrones que impactan contra núcleos atómicos, tal como los deseos reprimidos chocan contra las barreras del yo, buscando expresión. La mente, al igual que el reactor, debe moderar esta energía para evitar una "explosión" neurótica.
El calor generado por la fusión calienta agua en un circuito cerrado, que nunca entra en contacto directo con el material radiactivo. Este sistema mantiene la energía útil mientras aísla lo peligroso; la represión actúa igual: separa contenidos traumáticos o inaceptables (el "material radiactivo" mental) de la conciencia (el "agua útil"), permitiendo funcionar sin colapsar. Un ejemplo podría ser un paciente con recuerdos infantiles dolorosos que los mantiene "aislados" en su inconsciente (circuito cerrado), mientras usa la energía emocional derivada (calor) para sus actividades diarias.
En el camino de la generación nuclear, ahora encontramos al vapor del circuito primario, que mueve turbinas que generan electricidad. La energía caótica del átomo se convierte en trabajo útil. Del mismo modo, en la mente, funciona la sublimación, mecanismo de defensa mediante el cual los impulsos instintivos, sobre todo los de carácter sexual o agresivo, son canalizados hacia actividades socialmente aceptadas o incluso valoradas como el arte, la ciencia o el trabajo. Así, Freud veía la creatividad de Leonardo da Vinci como sublimación de su sexualidad reprimida: esto sería el equivalente humano a transformar radiación en electricidad.
Las plantas nucleares tienen múltiples barreras físicas para contener radiación. La más importante es la vasija de acero y hormigón que envuelve el reactor. En el mapa psíquico, el yo psicoanalítico actúa como estructura de contención entre el ello (los deseos primarios) y el superyó (las normas morales). Su "grosor" determina la estabilidad mental. Es así como en el trastorno límite de personalidad, la "vasija psíquica" es frágil, permitiendo "fugas" emocionales (equivalentes a escapes radiactivos).
Cuando falla el enfriamiento normal en las plantas nucleares, los sistemas redundantes intentan evitar el meltdown (la fusión del núcleo). De forma similar, los mecanismos de afrontamiento ante trauma severo (como la disociación o la negación) son los que tratan de prevenir la "fusión" psicológica. Hay, por ejemplo, casos de veteranos de guerra que desarrollan disociación (como sistemas de refrigeración alternativos) para manejar recuerdos intolerables (calor emocional excesivo).
Ojo, el combustible gastado sigue siendo peligroso por milenios, requiriendo almacenamiento especial. El equivalente psicológico serían los traumas infantiles no procesados que, aunque "gastados" (en eventos pasados), siguen emitiendo "radiación" emocional que contamina la vida adulta. Para ello, el psicoanálisis busca "almacenar" estos residuos en la conciencia y no en el inconsciente, tal como se haría en la vitrificación de los desechos nucleares para neutralizar su toxicidad.
La fusión (unir átomos en lugar de dividirlos) promete energía limpia e ilimitada, pero es increíblemente difícil de lograr. En los hombres, la individuación junguiana propone que los opuestos psíquicos (consciente/inconsciente) se integran en un todo armonioso. Pero, así como la fusión requiere temperaturas extremas, la plena realización personal exige tolerar la tensión de contradicciones internas.
Tanto las plantas nucleares como la psique humana son sistemas complejos que gestionan energía potencialmente destructiva. La gran lección es que ni los átomos ni las emociones pueden ser eliminados; solo contenidos, transformados y, en el mejor de los casos, redirigidos hacia fines constructivos. Como escribió Jung: "Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta". La física nuclear, sin saberlo, nos ha dado el vocabulario para describir ese despertar.
.jpg)

Comentarios